Se ha preguntado usted alguna vez: ¿Que es la Muerte?, ¿Cómo la debemos entender? Sabemos que la muerte es la separación del cuerpo de la vida. Pero si solo pensamos así de la muerte tendríamos, como seres humanos, que estar dentro de la misma muerte de los animales, los cuales también mueren y en cuya muerte sufren la separación del cuerpo de la vida. Esto desde luego no es simplemente la muerte humana. La muerte de la gente es más profunda, veamos:
Cuando los seres humanos mueren, no queda todo en la tierra, como quedan los seres del reino animal. Dios no nos compara con las bestias, porque no nos hizo como a las bestias, ni cuando nacemos ni cuando morimos. Cuando Dios hizo el mundo y creó a los animales no dice como los creó, Él solo mando y aparecieron (Gen. 1:20,24). Pero cuando creó al hombre, dice la Palabra de Dios, que Él tomó "del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida..." (Gen. 2:7). De manera que cuando el ser humano muere el soplo divino sale del cuerpo no solo la vida. EL soplo divino es la imagen y semejanza de Dios en el hombre.
Los animales no van a la eternidad, ellos quedan en la tierra. Cristo el Señor explicó muy bien en Lucas 16. La parte espiritual tanto del rico como del pobre fue trasladada a un lugar donde no estaban muertos del todo: allí sintieron, vieron, pensaron, hablaron y esto es la eternidad. Ambos recibieron lo que su fe demandó: el uno con Cristo fue a gozar del Reino de Dios, en cambio el otro estaba en la condenación y en el sufrimiento del infierno clamando: "Estoy atormentado en esta llama" (Lucas 16:24). No puso su fe en Cristo, quien murió y resucitó por sus pecados.
El
Señor Jesús como todo ser humano, además de su naturaleza
divina, aunque lo hizo voluntariamente (Juan 10:17-18). Él murió
en la cruz por todo aquel que lo acepta como único Salvador. Dice el
Evangelio que cuando estaba muriendo, clamó a Dios el Padre, así:
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23:46),
luego fue sepultado su cuerpo. Ese espíritu que encomendó el
Señor, es la parte divina que tenemos todo ser humano. Si no hubiera
un traslado inmediato de esta vida al morir, no hubiera
clamado de esa manera. Pablo, hablando de su próxima muerte, dijo:
"Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo
mejor" (Fil. 1:24). De modo que el ser humano debe ir preparado con Cristo
para cuando se enfrente con la muerte que le corresponde como criatura con
la imagen y semejanza divina. Cristo nos dice al corazón: "Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque este
muerto, vivirá" (Juan 11:25). Después que sobreviene la
muerte humana, ya no se puede hacer ninguna decisión, porque ya sigue
el juicio de Dios. Por ello el Señor invita diciendo: "Y todo
aquel QUE VIVE y cree en Mí, no morirá eternamente" (Verso
26) ¿Cree esto?. Cristo quiere que usted crea esto ahora que todavía
vive esta vida.
Héctor David Rodríguez G.
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