Escucha Dios

Escucha Dios... Yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte: ¿Cómo estás? ¿Tú sabes?
Me decían que no existes y yo, necio, creí que era verdad.
Anoche vi tu cielo.
Me encontraba oculto en un hoyo de granada...
¡quien iba a creer que para verte bastara
con tenderse uno de espaldas!
No sé si aún querrás darme la mano.
Al menos creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes
sino en un infierno como éste.
Pues bien . . . ya todo te lo he dicho.
Aunque la ofensiva nos espera para muy pronto,
Dios no tengo miedo desde que descubrí que estabas cerca.
¡La señal! Bien, Dios: Yo debo irme.
Olvidaba decirte ... que te quiero.
El choque será horrible ... en esta noche ¡quién sabe!
tal vez llame a tu cielo.
Comprendo que no he sido amigo tuyo pero ...
¿me esperarás, si hasta ti llego?
¡Cómo! Mira, Dios: ¡Estoy llorando!
Tarde descubrí ... ¡Cuánto lo siento!
Dispensa: debo irme ... ¡Buena suerte!
(¡Qué raro! sin temor voy a la muerte.)

Nota: (Este poema se encontró en el cadáver de un soldado muerto en la II guerra mundial).